Razones para escribir este Blog

Días atrás, encontrándome en casa de una de mis hermanas mayores, mi sobrina menor, estudiante de psicología y temas básicos relacionados, me dijo: "Si hay algo que no entiendo es como pudiste ser peronista dada tu forma de pensar, que cosas fueron las que te motivaron para creer en un movimiento basado en el fascismo..."
"No teníamos nada que ver con el fascismo", conteste casi indignada.
Y le empece a contar..., ahí me di cuenta que la generación del 80, no tiene la menor idea del mundo en el que vivimos la del 50.
Hice este Blog para mis sobrinos e hijos, sus amigos, para que sepan que sentimos los jóvenes idealistas de mi generación, que en el mejor de los casos terminamos exiliados, los que tuvieron menos suerte están desaparecidos.

martes, 27 de abril de 2010

Libro: "El peronismo armado" por Alejandro Guerrero

"El peronismo armado"
DE LA RESISTENCIA A MONTONEROS DE LA LIBERTADORA AL EXTERMINIO
Alejandro Guerrero - Grupo editorial Norma, 700 páginas 2009

"El peronismo armado" desarrolla, entre otras, la siguiente tesis: las organizaciones armadas del partido de Perón, desde Uturuncos y el foco de Taco Ralo, en Tucumán, hasta la organización Montoneros, antes que resultado del intenso proceso de luchas populares de la época fueron producto de la crisis peronista, de la contradicción entre la movilización de las masas que adherían al peronismo y las conducciones partidarias y sindicales del movimiento nacionalista.

Guerrero muestra cómo el general Perón empleó a fondo la herramienta guerrillera en un partido que nunca se organizó para la insurrección. Para el presidente exiliado, la lucha armada no tenía ni podía tener el propósito de vencer militarmente, sino el de negociar el lugar del peronismo en la política burguesa. Las guerrillas peronistas, y Montoneros en particular, quedarían entrampadas en ese dilema.

Luego, cuando el lugar del peronismo se hubo recuperado, los "jóvenes maravillosos de nuestras heroicas formaciones especiales" pasarían a ser "infiltrados, mercenarios al servicio del dinero extranjero". Sobrevendría entonces la pugna por asignar a esas organizaciones un lugar distinto y, luego, la inevitable masacre.

El libro sitúa el fenómeno guerrillero en el contexto histórico del significado del peronismo en la política argentina, y señala cómo, a partir de concesiones democráticas históricas, el nacionalismo incorpora al movimiento obrero al Estado de la burguesía.

Montoneros, que por intermedio de sus organizaciones de base (JUP, JTP y otras) había alcanzado una influencia de masas, haría frente a una enorme y doble crisis: por un lado, constituyó la fractura más importante en la historia del peronismo; por otro, le resultaría insoluble su contradicción con la conducción peronista y, sobre todo, con el propio Perón.

El destino último de Montoneros y del peronismo todo viene a ratificar la conclusión a la que arribó en el final de su vida, aunque de modo incompleto, un pensador y militante peronista como John William Cooke: "No es posible el nacionalismo burgués".

Otro Comentario
El peronismo armado expone las claves históricas de un proceso complejo y trágico que se inicia luego de la autodenominada Revolución Libertadora, en 1955, bajo la forma de Resistencia, y culmina con el exterminio de las agrupaciones armadas.

Mientras analiza este proceso, Alejandro Guerrero presenta las variaciones del significado social y político que tuvo la lucha armada peronista en la historia de nuestro país.

Así -dice- "si la Resistencia peronista fue un movimiento de masas, organizado para hacer frente a un régimen político que pretendía expulsar a los trabajadores de la república parlamentaria, de la república de la burguesía, para degradarlos a ia condición de siervos, las guerrillas que la sucedieron fueron una tragedia histórica".

En un contexto semejante era inevitable que el peronismo generara su propia izquierda. Perón lo supo como nadie y se dio modos para impulsarla, contenerla y emplearla a fondo, hasta que llegó la hora de aplastarla: el momento en que los "jóvenes maravillosos de las heroicas formaciones especiales" se convirtieron en "imbéciles que gritan" y, peor aún, en "infiltrados y mercenarios al servicio del dinero extranjero".

El peronismo armado es, al mismo tiempo, un libro de historia y un ensayo político sobre nuestro más doloroso pasado reciente. Hasta este libro, parecía imposible plantear un análisis lúcido y contundente de aquellos acontecimientos y enmarcarlos en parámetros de teoría política, pero Guerrero lo logra y, lo que es aun más valioso, lo hace sin despojarse de su propia historia y con el respeto que merece profundizar en un pasado común.

Comentario y reportaje:
El Peronismo armado, de Alejandro Guerrero - Grupo Editorial Norma, 2009.

Alejandro Guerrero (Buenos Aires, 1952) se define como escritor, periodista y militante político. Dedicó siete años a la escritura de El peronismo armado, un libro que vuelve sobre la experiencia de las organizaciones guerrilleras inscribiéndola en el período histórico abierto con el golpe militar de 1955. El proyecto de una biografía de Mario Firmenich, el líder de Montoneros, se fue transformando en un intento por abordar una época en la que todavía hay mucho para contar y para discutir. "No quise hacer una recopilación de anécdotas sino un libro de historia", dice Guerrero, quien propone un relato desde la perspectiva marxista y con afirmaciones que en otros libros "tal vez no se hacen por no sacar los pies de determinado plato", como los datos que, afirma, relacionan a Juan Domingo Perón con la creación de la Triple A.

—En la introducción se advierte que no se trata de un libro objetivo. ¿Cómo es tu planteo del relato histórico?
—La objetividad no existe. Decir que los trabajadores de Kraft cortan la ruta en reclamo por los despidos es una verdad objetiva; decir que se produjo un caos en el tránsito, también. Pero el ordenamiento de la noticia muestra tu propia subjetividad.

—En ese sentido, ¿qué posiciones habría respecto del tema del libro?
—Una tesis de la que parto es que las guerrillas peronistas, incluida la Resistencia, no fueron el producto de las grandes luchas populares sino de una crisis del peronismo, de la contradicción que se produce entre la movilización de los obreros peronistas y las conducciones de ese movimiento. El libro no intenta ponerse por encima de los acontecimientos para juzgarlos con una supuesta e imposible objetividad. Hay una toma de posición respecto de las luchas populares frente a la represión y al intento de la Revolución Libertadora de expulsar al movimiento obrero de la república parlamentaria. Esa es por otra parte la conquista del peronismo, la incorporación de los trabajadores a la república de la burguesía.

—Otra tesis del libro es que el fracaso de las organizadores armadas estaba anunciado desde el principio, por su concepción de la violencia.
—Si bien Montoneros, por medio de sus organizaciones adláteres, llega a tener una influencia de masas importantísima, sus acciones armadas no dejan de ser foquistas. No hay un movimiento popular que decide tomar las armas y luchar por la conquista del poder: las acciones armadas son decisión de una cúpula político-militar, independiente de esa movilización del movimiento obrero y en muchas ocasiones contrapuesta a ella. Durante la contraofensiva de 1979 hay un diálogo entre activistas fabriles y oficiales montoneros donde estos trabajadores les dicen: "ustedes nos están jodiendo todo el trabajo, los van a hacer mierda y de paso nos van a hacer mierda a nosotros también". Ahí está retratada la condición trágicamente foquista de esta guerrilla.

—La figura de Firmenich se hizo dudosa en algunos relatos. ¿Cuál es tu visión?
—Trato de eludir la consideración sobre tales o cuales personajes para analizar el movimiento en su conjunto. Firmenich tiene especial importancia pero no es dudoso en el sentido de que haya sido un doble agente y todas esas leyendas que se crearon a partir del libro Dossier secreto de Martin Andersen. No hace mucho, en una entrevista, Firmenich dijo: "en algún momento Perón cambió de idea". Esto es, el momento en que los jóvenes maravillosos pasan a ser los imbéciles que gritan, infiltrados al servicio del dinero extranjero. Ahí lo que se señala es la incapacidad del comandante para entender el problema. Alguna vez un periodista italiano le preguntó a Perón si era de izquierda o de derecha, y él contestó: "según las circunstancias". Habían cambiado las circunstancias, no la idea del general. Montoneros es un movimiento armado que se organiza dentro de un partido que jamás se organizó para la insurrección. Las guerrillas fueron para Perón un elemento de presión que le sirvió para rediscutir y recuperar su papel en el espectro político argentino. Recuperado ese papel el elemento de presión se convirtió en un obstáculo.

—Le adjudicás a Perón la creación de la Triple A. ¿Lo considerás probado?
—Los testimonios de Horacio Paino, de otros represores y de los fundadores de la Triple A son indubitables sobre el papel de Perón. Por otra parte, aunque así no hubiera sido —que lo fue— el peronismo necesitaba ese organismo de represión. La Triple A no fue un cuerpo parapolicial o paraestatal sino un aparato del Estado. Ese rol de Perón se empezó a discutir hace un par de años. Las direcciones sindicales llenaron entonces las calles con un cartel que decía "no jodan con Perón". En verdad esa burocracia sindical traicionó a Perón una y mil veces. No es que les importe tanto el recuerdo histórico del general: lo que estaban diciendo era "no jodan con la burocracia". Porque si se investiga a la Triple A va a saltar el papel de unos cuantos en aquella organización, incluido Hugo Moyano.

—¿Por qué era necesaria la represión en el último gobierno de Perón?
—Perón llega traído por los mismos gorilas que lo habían derrocado en 1955. Es el único político de la burguesía con autoridad sobre las masas para contener el proceso abierto con el Cordobazo y recomponer la autoridad del Estado. Es el momento de la historia argentina en que mayor desenvolvimiento habían logrado las corrientes clasistas dentro del movimiento obrero. Eso no se podía detener simplemente con las reformas al código penal, la militarización de las huelgas y la prohibición de hacer paros. Había que echar mano al terror. Además apenas asumió, Perón envió al general Dalla Tea —notorio represor durante de la dictadura de Videla— a establecer vínculos con la dictadura de Pinochet. Lo primero que hicieron fue establecer un control sobre los exiliados chilenos. Hubo personas secuestradas en Argentina que aparecieron en Chile, en Brasil: no en 1976 sino en 1974, durante el gobierno de Perón.

—¿Cómo se sitúa tu libro en relación a otras investigaciones del período?
—El libro tiene un puñado de ideas que van a la polémica. Ese es su principal aporte: analizar una época que por distintas vías intenta ser clausurada.

Fuente:
Diario La Capital (Rosario) - Suplemento Señales - 1/11/09

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