[http://www.madresfundadoras.org.ar/pagina/testimoniosdemadres/71]
Aurora Morea
Buenos Aires, 26 de abril de 1995.
Yo, Aurora Morea, deseo hacer conocer lo siguiente en relación a la desaparición de mi hija Susana Elena Pedrini.
¿Cuánta angustia, desesperación y torturas han sufrido seres inocentes? ¿Por cuánto tiempo? ¿Cómo los han matado? ¿Cómo y cuándo?
Son preguntas que me hago continuamente, que revivo después de diecinueve años como el primer día.
1)- El día 27 de julio de 1976 a las 01:30 hs., doce personas armadas autoidentificadas como integrantes de las fuerzas conjuntas, concurrieron al domicilio de la señora Cecilia Podolsky viuda de Bronzel (Chile 862 P2 Dto. A)
2)- El grupo obligó a la señora a llevarlos donde su hijo: José Bronzel, arquitecto, que vivía con su esposa Susana Elena Pedrini, arquitecta, en la calle Grecia 4474 P7 Dto. C, Capital Federal.
3)- El matrimonio Bronzel – Pedrini y la viuda de Bronzel fueron conducidos con destino desconocido.
4)- Desde el 27/7/76, José Bronzel de 29 años, Susana Elena Pedrini de 29 años y Cecilia Bronzel de 51 años se encuentran desaparecidos.
5)- Mi hija y mi yerno, que desarrollaban una intensa actividad profesional y vivían normalmente, no eran terroristas ni corruptos. Lo mismo mi consuegra, que era una mujer alejada de cualquier interés político. Por otra parte, no han sido nunca acusados ante ningún tribunal civil o militar por delito alguno. En consecuencia, no están sujetos a proceso alguno ni han sido condenados. En esas condiciones, solo pueden ser calificados de presos políticos, ya que el Estado los mantiene ocultos sin acusarlos ni procesarlos y sin hacer saber cuáles son los delitos de los que se los acusa.
6)- En mayo de 1985 me entrevisté, en el ámbito de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, con la señora Gina Yankilevich, quien fue secuestrada el 29/7/76. Ella vio con vida a mi hija Susana y conversó con ella en dependencias de la ex Coordinación Federal de la Policía Federal durante dos semanas, hasta que la señora Yankilevich fuera liberada.
7)- En una de las tantas entrevistas que logré obtener buscando a mi hija, fui recibida por el coronel Roualdes del Regimiento 1º Cuerpo del Ejército. Al mencionarle las señas de mi yerno, exclamó despectivamente: "¡Ah! ¡Arquitecto y judío!", dándome a entender que era motivo suficiente para su desaparición.
En otra oportunidad fui recibida por Monseñor Araceli quien, al explicarle la situación me dijo que podía estar pasando cualquiera de las siguientes cosas:
a)- Estaban cooperando.
b)- Se fueron del país.
c)- Los habían matado.
Que yo eligiera.
Por todo esto y en nombre de la verdad, que es la única que nos puede devolver la salud, pido, suplico a quien los hallan visto o estado con ellos, que me diga cuál fue su fin y qué hicieron con sus cuerpos.
Aurora Morea
D.N.I 0078540
Carmen Lorefice
Soy una Madre de Plaza de Mayo Línea fundadora. Voy a detallar los momentos más terribles que en la vida me tocó vivir, como es la tremenda pérdida de un hijo. Los momentos más crueles que una madre nunca podrá sobrellevar, ni olvidar. La angustia sumada al llanto cuando me enteré que mi querido hijo había desaparecido. No entendía nada, hasta que me despierto a la realidad.
Entonces, empezó mi lucha. Fue un 31 de julio de 1976 cuando se lo llevaron, nunca supe cómo ni de dónde. Empezaron los habeas corpus en Capital y provincia. Nunca hubo una contestación. Recurrí a las iglesias donde todos mentían siendo cómplices de la dictadura.
Comenzó mi locura por no tener ninguna noticia. Y los días, los meses y los años pasaban, pero mi corazón de madre siempre me decía: "Ya va a aparecer".
Fui a Coordinación Federal infinidad de veces, a Campo de Mayo, a la cárcel de Devoto. Me acuerdo que un día estando ahí corrí, detrás de un camión celular que pasó, gritando: "¡Ahí está mi hijo!".
Luego vino la Plaza de Mayo. De la mano de Azucena Villaflor empezamos a dar vueltas. Estábamos en plena dictadura, así que nos corrían los soldados con sus espadas empujándonos para que nos retiremos. Un día de esos, que con sus bayonetas me empujaron, fue tanta la impotencia que sentí que me di vuelta y le dije: "A mi no me toques hijo de puta, a mi hijo se lo llevaron y quiero saber dónde está".
Todos los jueves igual, la marcha alrededor de la plaza. La marcha del 24 de marzo, día que asumía la maldita dictadura. Cada año que pasa, las esperanzas se diluyen. Las Madres seguimos sin parar, gracias a Dios, que nos da la fuerza necesaria para seguir adelante. No vamos a bajar los brazos, seguiremos luchando hasta ver en cárceles comunes con cadena perpetua a los responsables de los 30.000 desaparecidos.
Han pasado muchos años y todas las Madres estamos con mucha edad, pero mas juntas que nunca vamos a las escuelas, cárceles, hospitales, a dar charlas cuando es necesario; no nos quedamos quietas.
A mí personalmente, y a pesar del tiempo transcurrido, siempre me invade esa angustia de madre que le falta su hijo. Ese hijo que era el orgullo de su mamá, que a los 23 años ya era analista de métodos y sistemas. Estaba casado y tenía dos hijos, era todo amor y ternura. Esa es mi angustia. Había hecho el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires y tenía 29 años. Espero que antes que el Señor me lleve, pueda ver a todos los genocidas como lo dije antes.
Carmen Lorefice
10 de junio de 2009
Aurora Morea
Buenos Aires, 26 de abril de 1995.
Yo, Aurora Morea, deseo hacer conocer lo siguiente en relación a la desaparición de mi hija Susana Elena Pedrini.
¿Cuánta angustia, desesperación y torturas han sufrido seres inocentes? ¿Por cuánto tiempo? ¿Cómo los han matado? ¿Cómo y cuándo?
Son preguntas que me hago continuamente, que revivo después de diecinueve años como el primer día.
1)- El día 27 de julio de 1976 a las 01:30 hs., doce personas armadas autoidentificadas como integrantes de las fuerzas conjuntas, concurrieron al domicilio de la señora Cecilia Podolsky viuda de Bronzel (Chile 862 P2 Dto. A)
2)- El grupo obligó a la señora a llevarlos donde su hijo: José Bronzel, arquitecto, que vivía con su esposa Susana Elena Pedrini, arquitecta, en la calle Grecia 4474 P7 Dto. C, Capital Federal.
3)- El matrimonio Bronzel – Pedrini y la viuda de Bronzel fueron conducidos con destino desconocido.
4)- Desde el 27/7/76, José Bronzel de 29 años, Susana Elena Pedrini de 29 años y Cecilia Bronzel de 51 años se encuentran desaparecidos.
5)- Mi hija y mi yerno, que desarrollaban una intensa actividad profesional y vivían normalmente, no eran terroristas ni corruptos. Lo mismo mi consuegra, que era una mujer alejada de cualquier interés político. Por otra parte, no han sido nunca acusados ante ningún tribunal civil o militar por delito alguno. En consecuencia, no están sujetos a proceso alguno ni han sido condenados. En esas condiciones, solo pueden ser calificados de presos políticos, ya que el Estado los mantiene ocultos sin acusarlos ni procesarlos y sin hacer saber cuáles son los delitos de los que se los acusa.
6)- En mayo de 1985 me entrevisté, en el ámbito de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, con la señora Gina Yankilevich, quien fue secuestrada el 29/7/76. Ella vio con vida a mi hija Susana y conversó con ella en dependencias de la ex Coordinación Federal de la Policía Federal durante dos semanas, hasta que la señora Yankilevich fuera liberada.
7)- En una de las tantas entrevistas que logré obtener buscando a mi hija, fui recibida por el coronel Roualdes del Regimiento 1º Cuerpo del Ejército. Al mencionarle las señas de mi yerno, exclamó despectivamente: "¡Ah! ¡Arquitecto y judío!", dándome a entender que era motivo suficiente para su desaparición.
En otra oportunidad fui recibida por Monseñor Araceli quien, al explicarle la situación me dijo que podía estar pasando cualquiera de las siguientes cosas:
a)- Estaban cooperando.
b)- Se fueron del país.
c)- Los habían matado.
Que yo eligiera.
Por todo esto y en nombre de la verdad, que es la única que nos puede devolver la salud, pido, suplico a quien los hallan visto o estado con ellos, que me diga cuál fue su fin y qué hicieron con sus cuerpos.
Aurora Morea
D.N.I 0078540
Carmen Lorefice
Soy una Madre de Plaza de Mayo Línea fundadora. Voy a detallar los momentos más terribles que en la vida me tocó vivir, como es la tremenda pérdida de un hijo. Los momentos más crueles que una madre nunca podrá sobrellevar, ni olvidar. La angustia sumada al llanto cuando me enteré que mi querido hijo había desaparecido. No entendía nada, hasta que me despierto a la realidad.
Entonces, empezó mi lucha. Fue un 31 de julio de 1976 cuando se lo llevaron, nunca supe cómo ni de dónde. Empezaron los habeas corpus en Capital y provincia. Nunca hubo una contestación. Recurrí a las iglesias donde todos mentían siendo cómplices de la dictadura.
Comenzó mi locura por no tener ninguna noticia. Y los días, los meses y los años pasaban, pero mi corazón de madre siempre me decía: "Ya va a aparecer".
Fui a Coordinación Federal infinidad de veces, a Campo de Mayo, a la cárcel de Devoto. Me acuerdo que un día estando ahí corrí, detrás de un camión celular que pasó, gritando: "¡Ahí está mi hijo!".
Luego vino la Plaza de Mayo. De la mano de Azucena Villaflor empezamos a dar vueltas. Estábamos en plena dictadura, así que nos corrían los soldados con sus espadas empujándonos para que nos retiremos. Un día de esos, que con sus bayonetas me empujaron, fue tanta la impotencia que sentí que me di vuelta y le dije: "A mi no me toques hijo de puta, a mi hijo se lo llevaron y quiero saber dónde está".
Todos los jueves igual, la marcha alrededor de la plaza. La marcha del 24 de marzo, día que asumía la maldita dictadura. Cada año que pasa, las esperanzas se diluyen. Las Madres seguimos sin parar, gracias a Dios, que nos da la fuerza necesaria para seguir adelante. No vamos a bajar los brazos, seguiremos luchando hasta ver en cárceles comunes con cadena perpetua a los responsables de los 30.000 desaparecidos.
Han pasado muchos años y todas las Madres estamos con mucha edad, pero mas juntas que nunca vamos a las escuelas, cárceles, hospitales, a dar charlas cuando es necesario; no nos quedamos quietas.
A mí personalmente, y a pesar del tiempo transcurrido, siempre me invade esa angustia de madre que le falta su hijo. Ese hijo que era el orgullo de su mamá, que a los 23 años ya era analista de métodos y sistemas. Estaba casado y tenía dos hijos, era todo amor y ternura. Esa es mi angustia. Había hecho el secundario en el Colegio Nacional Buenos Aires y tenía 29 años. Espero que antes que el Señor me lleve, pueda ver a todos los genocidas como lo dije antes.
Carmen Lorefice
10 de junio de 2009
No hay comentarios:
Publicar un comentario